Llega la primavera, y Sevilla,
cómo no, se viste de gala. Llega la Semana
Santa y la
Feria de Abril, y con ellas también llegan los dulces
típicos, ¡¡las torrijas y los pestiños!!
Ya el año pasado me atreví con las
torrijas y me quedé maravillado con el buen resultado. Hay que tener en cuenta
que he estado viviendo unos 5 años en Mojácar, Almería, y tan sólo había dos
cosas que eché de menos. Una, el olor a Azahar tan intenso que inunda Sevilla en primavera,
con todos los naranjos ornamentales que hay por toda la ciudad, y que siempre
me trae recuerdos de mi niñez, ya que el barrio en el que me crié tenía todas
sus calles adornadas con naranjos. No, no es que no hubiera naranjos en
Mojácar, que los hay y muchos, pero el aroma de las flores no es tan intenso
como el de las flores de Sevilla. Que sí, que flores hay allí, y preciosas,
pero el olor, repito, no es tan fuerte e intenso. Por eso, cuando buscaba un
nombre para éste, mi blog, me decidí por el nombre de “Fondant y Azahar”
La segunda cosa que me rompía el
corazón cada vez que llegaba la primavera, eran las torrijas, qué ricas!!. Si
allí también hay torrijas, y me encantan, pero son de leche, y las de Sevilla
son de vino. Que también me encantan y me llevan a tiempos de mi niñez!!
Bueno, pues como siempre, las hago
después de Semana Santa, que es cuando me da gana y he encontrado un pan en
condiciones. El año pasado le pregunté a mi hermana Margari cómo hacía mi madre
las torrijas, y compré pan en Alcalá de Guadaíra, pero este año por circunstancia
no lo he comprado allí.
Bueno, pues empecemos que ya me
estoy enrollando demasiado, y no me gusta. Lo primero que necesitaremos, será:
- El pan de torrijas, cómo no. Un
paquete, o la cantidad que queramos
- Huevos, según necesidad.(yo
necesité media docena)
- Medio kg de miel de flores.
- 1 Vaso de agua
- 1 Vaso de vino blanco (vale el
que le echáis a la comida, si bien, cuanto mejor sea, mejor sabor dará).
- Un culín de leche (aconsejable)
- Una sartén con aceite muy
caliente (yo utilizo el de girasol, por su sabor más suave).
Lo primero es poner el aceite a
calentar. Entonces, mezclamos el vaso de agua con el de vino, siempre en la
misma proporción, ya que se nos acabará y habrá que añadir más, pero siempre 1 a 1. Batimos 2 huevos, y le
echamos un culín de leche, para que el huevo esté más suelto y no nos forme
esos encajes que se forman a veces cuando se fríe huevo.
Una
vez que está todo listo, vamos asustando el pan con la mezcla de agua y vino,
si, asustar, ya que si se empapochan de esta mezcla, luego estarán como babosas
y no están tan buenas. No os preocupéis, que ya llevan su sabor.
Una
vez, asustadas, la pasamos por el huevo, aquí si interesa que sea algo más que
un susto, y seguidamente a la sartén, dónde esperamos que se doren y cojan ese color tan bonito que tienen las
torrijas. Una vez listas, las sacamos a un plato donde previamente le habremos
puesto papel de cocina absorbente para eliminar el aceite sobrante. Las iremos
poniendo en un recipiente con algo de
fondo para el siguiente paso.
Pondremos
a calentar el medio Kg. de miel con un vaso de agua, y cuando esté bien
disuelta y caliente, la verteremos sobre las torrijas, intentando que bañe a
todas, lo más posible.
Ya
sólo es cuestión de esperar que se enfríen, e incluso mejor esperar hasta el
día siguiente. Cuando cojamos una, tomar con una cuchara miel del fondo del
recipiente, y comerse una a mi salud, que veréis que ricassssss!!!!!!!!
Ya sólo me queda
desearos buen provecho y que disfruteis tanto como yo comiendo estas torrijas,
que no sé por qué se tienen que hacer sólo en Semana Santa con lo ricas que
están!!!!!!!